No obstante, los resultados observados en la investigación que llevamos a cabo nos instan a ser precavidos a la hora de formar un juicio final con respecto a la capacidad comunicativa de las nuevas generaciones. Aceptando que los jóvenes tienen en su mano una comunicación mucho más rica, heterogénea e interactiva (en los dos sentidos, como emisores y receptores) que la que existió en décadas anteriores, no podemos negar el hecho de que la etiqueta de nativos digitales que reciben estas personas no siempre quiere decir que sean alfabetizados digitales.
De hecho, las dos informantes a las que entrevistamos reconocieron que no habían creado nunca un blog personal, ni habían hecho uso de otras herramientas como marcadores sociales o wikis. También es significativo que su principal ocupación dentro de Tuenti sea hablar a través del chat interno de la plataforma, lo que sin duda nos sugiere que se „conforman‟ con la opción más sencilla de comunicación, en la que básicamente sólo han de escribir e insertar algún emoticono. Curiosamente, y salvando las diferencias entre diferentes carreras universitarias, las conclusiones de nuestra investigación nos hicieron recordar otras que habíamos analizado a lo largo de esta asignatura, como la de un profesor de Periodismo9 que, tras realizar una encuesta entre sus alumnos, observó que la gran mayoría de sus alumnos usaba internet “para bajar música, series o pelis, y para chatear” y que las aplicaciones informáticas más recurrentes eran Emule, Messenger y Word.
A pesar de que la competencia digital forma parte desde hace unos años de los cometidos que ha de cumplir la Educación Secundaria Obligatoria, muestras como las que hemos citado desmitifican, en parte, la creencia de que los JUM saben manejar de forma avanzada las tecnologías por el simple hecho de haber nacido y crecido entre ellas. Que dos estudiantes universitarias como las que hemos entrevistado declaren que no han experimentado nunca con otras herramientas que no sean Tuenti o Facebook nos debe hacer reflexionar sobre la necesidad de emprender un verdadero cambio en la forma de enseñar las nuevas tecnologías dentro de la educación. Por su puesto, es imperativo que las nuevas generaciones sepan controlar las TIC y sus respectivos lenguajes técnicos, pero, en nuestra opinión, creemos que ha de ser incluso más prioritario fomentar una actitud crítica y reflexiva que lleve a los estudiantes a servirse de las potencialidades de cada una de esas aplicaciones y a pasar de escribir simplemente en la red a transformarla desde un enfoque tecnosocial. ¿De qué sirve que los JUM aprendan a dominar una herramienta si luego el uso que hacen de ella se restringe a hablar, principalmente, de manera escrita y con las limitaciones de inmediatez y de espacio que impone, por ejemplo, el chat de Tuenti?
Desde nuestro punto de vista, abogamos por que, desde todos los niveles educativos, se intente que estos jóvenes vayan más allá de las prácticas más básicas y tomen el camino para convertirse en sabios digitales. En este sentido, coincidimos con la visión de Marc Prensky en su ensayo „Homo Sapiens Digital: Desde los inmigrantes y nativos digitales hasta la sabiduría digital‟: “Hay que saber utilizar como complemento la tecnología, no manipular, si utilizarla creativamente, que significa ayuda para tomar una sabia decisión, que se ve reforzada por la tecnología. Por lo tanto, el sabio digital buscar los casos en que la tecnología mejora su pensamiento y su comprensión. […] Ser Sabio digital implica no sólo mejorar nuestras capacidades naturales con las tecnologías existentes, sino también continuamente identificar áreas adicionales. Investigar y evaluar los aspectos positivos como los negativos de las nuevas herramientas y la forma de lograr el equilibrio que se convierte en herramientas de la sabiduría potenciadoras”.
Promoviendo que los JUM desarrollen su pensamiento crítico y su autonomía personal con estas utilidades, conseguiremos que su interacción en plataformas como Tuenti no se reduzca sólo a conversar „gratuitamente‟ con los amigos, sino también, por qué no, a satisfacer otras necesidades que están presentes en su día a día. Como hicieron Alba y Diana, una red social, merced a la facilidad que plantea para la comunicación y el
intercambio de archivos de diferente naturaleza, puede ser utilizada para abordar trabajos académicos, resolver problemas e impulsar el trabajo colaborativo desde un modelo más social y horizontal. Del mismo modo, el lenguaje del que hacen gala podría estar más diversificado y sacar partido de otras posibilidades que ofrecen las redes sociales y otros gestores y editores de contenidos multimedia (Youtube, Cmaps, Glogster, Ker Poof, etc.) para construir conocimiento. La verdadera revolución, por tanto y centrándonos en el lenguaje, no estaría en el mero hecho de que los JUM se expresaran en Tuenti y otros medios similares, sino más bien en que supieran explotar los diferentes aspectos que reúnen las plataformas virtuales para beneficio personal, académico o social.
En cuanto a otra de las implicaciones de este ciberlenguaje, respaldamos el veredicto aportado por algunas investigadoras como Berlanga o Betancourt que ven en él una nueva variedad lingüística practicada por jóvenes y, en menor medida, por la población adulta que navega en internet. Como ya dijimos anteriormente, el mayor peligro que puede existir de cara a la participación de los JUM en otras esferas de la sociedad es que no sean conscientes de que ese ciberlenguaje no puede extrapolarse a otros ámbitos más formales como el de los escritos académicos, laborales y de otra índole cultural.
Como variedad lingüística más "relajada‟, flexible, entretenida y directa, el ciberlenguaje encuentra pérfecto acomodo en ámbitos como las redes sociales, especialmente cuando éstas son utilizadas, como así nos comentaron nuestras entrevistadas, como ese lugar de reunión y de agrupamiento que antes se hallaba en la calle. Ángel Barbas y César Bernal lo resumen con una sencilla frase: “Su cuenta en la red social es un lugar de referencia para ellos”. Como ocurría entonces, la oralidad, aunque ahora de manera escrita, sigue siendo la nota predominante en espacios como Tuenti, complementada a su vez con la labor simplificadora de los emoticonos o el ingenio de ciertos juegos de caracteres. E igualmente, como hace veinte o treinta años, muchos jóvenes saben que esa forma de expresión sólo es válida en contextos de su vida íntima y/o lúdica. Por tanto, y también remitiéndonos a nuestra experiencia como usuarios de redes sociales, creemos que no se ha de culpabilizar, como hacen algunas figuras de las letras, a los nuevos medios y sus urgencias espacio-temporales del empobrecimiento que está sufriendo el lenguaje. En todo caso, el problema parte de la educación proporcionada a esos jóvenes y de su mayor o menor predisposición a entender y saber diferenciar lo que es escribir a un amigo de lo que se escribe con remite a un profesor o un compañero de trabajo.
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