Cuando hablamos de las variaciones que se están produciendo en un aspecto de la actividad humana, tomando como ejemplo el objeto de investigación que vamos a analizar en esta asignatura, siempre existen, como mínimo, dos visiones antitéticas acerca de ese fenómeno. En el ciberlenguaje ocurre otro tanto de lo mismo.
En este caso, las dos posturas más evidentes en relación con los usos que hacen los JUM del ciberlenguaje son las siguientes:
Por un lado, las de aquellos que interpretan que, a pesar de estar mejor comunicados que antes gracias a internet, el lenguaje está empobreciéndose a pasos agigantados. Esta tendencia a un peor lenguaje se debe, entre otros factores, a un uso deliberado del registro informal, la tolerancia hacia los errores gramáticales, la profusión de abreviaturas, la sustitución de expresiones escritas por iconos simplificadores, la superficialidad en el contenido de los mensajes o la redundancia que se percibe en muchos de ellos.
Esta perspectiva 'vacunadora' sería la que, por ejemplo, se manifiesta en personalidades como el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa:
Según esta manera de ver, el lenguaje que los jóvenes utilizan en las redes sociales produce como resultado una nueva modalidad mucho más banal, superficial y limitada que repercutirá en nuestra capacidad expresiva.
Por otro lado, el segundo punto de vista claramente diferenciado es el de aquellos que, pese a la existencia de peligros como los que cita Vargas Llosa, entienden que el ciberlenguaje no está reñido con otros usos del lenguaje. Es decir, que una cosa es cómo nos comunicamos, por ejemplo, en las redes sociales, y otra muy distinta cómo nos comunicamos en otros soportes o en otros contextos de una mayor formalidad. Según esta nueva 'tradición', el ciberlenguaje es, como dijimos en el post anterior, una variedad más y, como tal, se independiza de otras por rasgos como la flexibilidad del vocabulario, la utilización de diversos lenguajes (vídeo, fotos, audio, texto, enlaces) o la síntesis en la manera de escribir. En definitiva, esta postura quiere decir que, aunque se altere el lenguaje al que estábamos acostumbrados de un modo profundo, ello no significa que vaya a sustituir poco a poco a otras variedades con más solera o que vaya a cambiar progresivamente el lenguaje formal, culto, académico o como se quiera calificar que utilizamos en otras situaciones de nuestra vida.
Una muestra de esta forma de pensar la tenemos en un investigador británico, David Crystal, de la Universidad de Cambridge, que sostiene que "la web es un nuevo medio lingüístico, mucho más dinámico que la escritura tradicional", o en las investigadoras portuguesas Melo y Araújo que piensan que el ciberlenguaje se corresponde con un "uso deliberadamente informal, económico y creativo, con el objetivo de hacer la comunicación más expresiva, más atractiva, más flexible, más lúdica e incluso más elocuente; un uso deliberadamente coloquial, que
captura algunos elementos de la oralidad y que se apropia de ellos en un proceso dinámico, creador y desafiante, revelador de una identidad efusiva que se expande por y para la comunicación".
Seguramente, aunque estamos en los inicios de nuestra aproximación, en el punto intermedio de ambas perspectivas estará la clave para juzgar, en su justa medida, el fenómeno del lenguaje de los JUM en las redes sociales.
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