jueves, 26 de mayo de 2011

Otra voz contraria a la deriva en que se ha sumergido el lenguaje

Aunque no trata directamente sobre Tuenti, creo que merece la pena detenerse en el siguiente artículo de Enrique Vila-Matas. A nuestro modo de ver, refleja esa opinión de la que hablamos al comienzo de nuestra exploración por el estado de la cuestión sobre el lenguaje web. Nos referimos al punto de vista de aquellos que dan la voz de alarma sobre el empobrecimiento que están causando las nuevas tecnologías de la comunicación en nuestra manera de expresarnos. El novelista cree firmemente que la condensación de palabras a la que conducen herramientas como Twitter, Facebook o Tuenti está deteriorando y va a deteriorar más nuestra capacidad para transmitir ideas complejas. El literato menciona, por ejemplo, el caso reciente vivido con ocasión de las manifestaciones y acampadas en diversos lugares de nuestro país. En efecto, a Vila-Matas no le falta parte de razón cuando comenta que el lenguaje de nuestros políticos o el de los propios jóvenes vive bajo la amenaza de quedarse en la más ramplona superficialidad, como si todo fuera cuestión de dar titulares y exprimir la información que se trata de compartir para hacerla accesible a otras personas semejantes o a los que nos ven al otro lado del televisor.

Sin embargo, no conviene entrar en generalizaciones y decir que la forma de escribir en Twitter va a convertirnos en esclavos de los 140 caracteres, ya que, como es bien sabido, en plataformas como la mencionada no todo consiste en hacer descripciones de apenas unas líneas. De hecho, nuestra experiencia personal nos dice que el input de lectura dependerá de las personas a las que sigas o tengas entre tus contactos. Pongo un ejemplo autobiográfico: siguiendo a varios profesores y estudiosos de la educación-comunicación en Twitter, tengo la oportunidad de acceder a documentos (que ni mucho menos constan de escasas letras, como parece sugerir el autor referido) como artículos, estudios, tesis doctorales, notas de prensa y un largo etcétera de publicaciones enlazadas que, de otra manera, posiblemente, se hubieran perdido en el pozo que es internet.

Por consiguiente, reconociendo que, como otras supuestas armas de destrucción masiva del lenguaje como pueden ser la tele o la prensa deportiva, los nuevos medios pueden perjudicar nuestra capacidad de comunicación, reiteramos que lo determinante no es tanto la tecnología en sí como la educación que sea proporcionada a las personas que la usan. Por mucho que el contexto social, véase las aplicaciones de la web social, pueda tirar de nosotros hacia un uso indiscriminado del lenguaje comprimido, lo que sentenciará que hagamos un buen o mal uso del lenguaje será más bien que seamos conscientes, por una buena formación, de que el lenguaje se puede adaptar a situaciones muy diferentes y que en cada una de ellas es más oportuna una forma que otra sin perder de vista que el lenguaje, como la mente, hay que regarlo y cultivarlo para que nunca se eche a perder. Os dejo con el artículo extraído de la página de la Fundeu:

http://www.fundeu.es/noticias-articulos-empobrecimiento-6542.html

EMPOBRECIMIENTO

Se ha visto que los tuits son un atentado contra la complejidad del mundo que pretenden leer.

Pocos dudan que Internet sea una revolución tan importante como la que produjo Gutenberg con la imprenta. Sobre el futuro del lenguaje, en cambio, hay más dudas, porque todo indica que este ha empezado a perder parte de su energía y en consecuencia el género humano está volviéndose menos humano. Ese es el peligro real que, entre otros, ya advirtió George Steiner en 1971, cuando habló, largo y tendido, del periodo de cambios profundos que comenzábamos a atravesar y citó unos versos maravillosos de Wallace Stevens sobre el mundo de las hojas. Aquellas páginas de Steiner parecen escritas hoy mismo. Pero lo que sí fue escrito hace unas horas, en plena Spanishrevolution, es este tuit: «No había caído hasta hoy en que estamos en mayo. ¿Es el Mayo del 11 que contaremos a nuestros nietos?».

Supongamos que perdura en la memoria el Mayo español y un día hay que contarlo a los nietos. ¿Cómo se contará? Esa es la cuestión, que diría Hamlet. ¿Se narrará utilizando todos los resortes literarios de la complejidad que tanto pueden ayudar a profundizar en el laberinto de la realidad, o bien con el lenguaje surgido de la taquigrafía del tuit? En la Spanishrevolution se ha visto cómo los tuits son un atentado contra la complejidad del mundo que pretenden leer. Tal vez tanta simpleza esté relacionada con el hecho de que la biblia de los rebeldes hispanos sea ¡Indignaos!, de Stéphane Hessel, un librito de menos de 30 páginas (desde luego un tomito óptimo para un país de lectores perezosos), cuyo propio autor, hombre honesto, viene rogando a sus gandules seguidores que acudan a libros mucho más consistentes y elaborados que el suyo, libros como La voie (La vía), de Edgar Morin, o el ensayo de Susan George, Sus crisis, nuestras soluciones.

El problema de fondo ya estaba hace 40 años cuando Steiner advirtió de que se iban a modificar las formas de comunicación y que era preciso tener bien claro lo que estaba en juego, pues lo mejor del hombre se había relacionado con el milagro del lenguaje, y hasta entonces la humanidad y ese milagro habían sido indivisibles. Antes del hombre, venía a decir Steiner, solo existía un caótico mundo orgánico y animal, poblado de mensajes no humanos. Todo esto lo decía en 1971, poco después del famoso Mayo francés y en pleno ascenso de la generación de los baby-boomers, la generación de Tony Judt, nacido en 1948, muy crítico con ese Mayo francés que jugó tan infantilmente a hacer la revolución. En El refugio de la memoria -libro verdaderamente memorable- nos advierte Judt de que cuando las palabras pierden su integridad, también lo hacen las ideas que expresan. Muy duro con Facebook y Twitter -mundos en los que cree registrar que la concisa alusión sustituye siempre a la exposición-, cree Judt que Internet fue una oportunidad para la comunicación sin límites, pero el sesgo cada vez más comercial del medio ha traído consigo su empobrecimiento: «En la generación de mis hijos, la taquigrafía comunicativa propiciada por su hardware ha comenzado a calar en la comunicación misma: la gente habla como en los mensajes».

El empobrecimiento ya está aquí. Lo registramos en la economía, por supuesto, pero también en el lenguaje raquítico de los políticos y también en el habla tuitera, incapaz en muchos casos de pasar de la lectura de 30 páginas al año. Se está demoliendo el antaño asombroso poder de las palabras para analizar el mundo. Y, como dice Judt, más que padecer la aparición de la «neolengua», nos amenaza el auge de la «no-lengua».

Imposible no recordar a Wallace Stevens cuando escucha, un día invernal, las señales premonitorias de la catástrofe. Capta que ha desaparecido el hálito de héroes sin aliento, e incluso todo murmullo humano, y oye solo un susurro de hojas que no se trascienden a sí mismas, hojas carentes de imaginación, sin significar más de lo que son al encontrarse con el aire, en la cosa misma. «Hasta que finalmente el susurro no le interesa a nadie», concluye.

Publicado 24/05/2011 Enrique Vila-Matas

www.enriquevilamatas.com

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